Recién fabricada me trasladaron, junto a
mis cinco hermanas, a un espacioso escaparate del “Bazar Esperanza”, una
mercería – juguetería en la Urbanización de Las Flores.
Era
la navidad del año 1970, y nos expusieron con mucha delicadeza, pues estábamos
hechas con vidrio muy fino.
En pocos días pasamos a una casa del
barrio, y nos colocaron a todas en el árbol de navidad. El único peligro para
nuestra integridad era Angelito, un niño de cinco años que nos sacudía algún
que otro manotazo.
Yo soy la bola roja, han pasado
cuarenta y tres años, mis hermanas, la bola amarilla, verde, azul, blanca y
celeste, se hicieron añicos, por golpes y caídas fortuitas, a lo largo de este
tiempo.
He compartido navidades con tres generaciones,
y cada 8 de Diciembre me sacaban de la caja, envuelta en papel de periódico,
con mucha alegría y alboroto, y me colocaban en el árbol de navidad. Los siete
de Enero me acurrucaban, de nuevo, en el papel, en la caja de cartón y al
mueble de la terraza, hasta el año siguiente.
He sobrevivido a muchos cambios en la
moda de la decoración navideña, moños,
perlas, espumillón, colores y texturas… Pero lo inaguantable sucedió hace tres
años. No sé de quien partiría la idea, pero compraron unas guirnaldas luminosas
con “música”, y me pasé dos semanitas escuchando el “jingle bells”, una y otra
vez. Menos mal que se estropeó el mecanismo y callaron para siempre.
Lo primero que ponen es el árbol y desde lo
alto, tengo el privilegio de contemplar el montaje del belén. Eso si que es una
odisea. Se convierte el salón en un estercolero, restos de tierra, ramas,
serrín, corcho, musgo, agua…
En todos estos años, he contemplado auténticas
obras de ingeniería belenística, pero la verdadera asignatura pendiente es la
obra hidráulica del río. Años de inundaciones porque el agua bajaba muy rápida,
con el consiguiente peligro de cortacircuito al contacto con las luces, no
exento de electrocutarse alguien. Años de pertinaz sequía, al no llegar
suficiente líquido, por el fallo del motor. La cuestión es que siempre se
terminaba con el socorrido papel de plata o con espejitos.
Pero lo más divertido, con el consiguiente
enfado del padre, era el movimiento nocturno de figuras. Las niñas se
levantaban de noche y con la excusa de que estaban cansados de estar en el
mismo sitio, ejecutaban el movimiento, apareciendo a la mañana siguiente un
camello en el río, el pesebre con el niño Jesús a las puertas del castillo de
Herodes, los cisnes en el corral de las gallinas…
El único movimiento fijo es que cada mañana
el pastor defecando aparece en medio del portal. A pesar de los intentos del
padre por averiguar quien era la autora de tal sacrilegio, a pesar de las
amenazas y castigos, las dos hijas juraban y repetían que ellas no habían sido.
Os diré un secreto, el autor de dicho movimiento, día tras día, año tras año,
es… el abuelo.
Me he tragado todos los discursos de su
Majestad el Rey, las mismas batallitas de la Guerra que contaba el abuelo, los
mismos chistes de los cuñados, y villancicos tradicionales: el tamborilero,
pero mira como beben, en el portal de Belén, campana sobre campana…
interpretados y desafinados por el coro familiar, con singulares instrumentos:
botellas de anís, vasos, copas y platos, aporreados por cucharas, cuchillos y
tenedores, lo que hacía más desagradable aún, la música tradicional navideña.
Nunca faltaron serpentinas, uvas, brindis,
confetis y champagne en Nochevieja. Nadie ha sido capaz de tomarse las uvas
sincronizadas con las doce campanadas, comenzaban antes o terminaban después,
con algún que otro atragantado por la rapidez y los nervios.
Como por el sur no suele nevar, ni vemos
renos, ni trineos, ni tenemos chimeneas, Papá Noel no ha tenido fieles
seguidores en esta familia. Con el paso del tiempo el barrio se está
degradando, por lo que somos más de camellos.
¡Qué ilusión! Vienen los Reyes Magos, hay
que acostarse tempranito. Es un privilegio, desde lo más alto del Árbol, ver la
cara de sorpresa y satisfacción de las niñas, recogiendo y abriendo los juguetes.
Sorprendidos también los mayores, por esa corbata, calcetines, pañuelos…tan
horrorosos, que nunca pidieron y que
jamás se pondrán.
Bueno, ya me va quedando poco para volver a
la caja. ¡Hasta las próximas navidades!
PD: Un secreto que no puedo desvelar ¡No os
podéis ni imaginar quienes son los Reyes Magos!
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El espíritu de las cosas
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