En una noche fría de Diciembre,
tú apareciste en mi patio, entre las plantas aromáticas, mi rincón preferido. Sobre
unos retales celestes, como reflejo del cielo, en una canastilla de mimbre, entre
palitos de morera, pataleabas risueño. Un intenso aroma a romero flotaba en el
aire cada vez que agitabas la ramita en tu mano derecha.
Tu llegada me hace plantear
cuestiones sobre el sentido y la finalidad de la vida.
Creer es un acto humano,
consciente y libre. La fe es la confianza, el buen concepto de algo o de
alguien.
Por eso quiero creer en las
personas de buena fe, honradas, sencillas, llanas, que no llevan maldad en sus
actos, sinceros, y honestos consigo mismo y con los demás.
En las personas íntegras,
incorruptibles ante el poder y el dinero.
Desde este humilde patio
contemplo la vida en las plantas y en los pájaros, y de ellos recibo una
lección cada día.
Las fragancias de la menta, el
incienso, el anís, la hierbabuena, el romero, lavanda y toronjil.
Los sabores de pimientos,
lechugas, tomates y mandarinas.
La vista, los colores de las
flores y plantas, verdes, lilas, rojos, naranjas, rosas…
El vuelo de los pájaros, verlos
por el patio en busca de migajas.
Los sonidos, el canto melodioso
de los canarios, el incesante piar de los gorriones, el machacón graznido de
las tórtolas y la algarabía de los vencejos.
El tacto con la tierra, con el
agua de la lluvia, con la suavidad de las hojas, con la aspereza de los
troncos, con los pinchazos de los cactus, que bajo su escudo punzante, esconden
una flor, la más hermosa del patio, que abrirá tan solo un día para que
admiremos su belleza, fugaz y efímera.
El milagro de la vida: la semilla.
No hay nada más gratificante que contemplar el nacimiento de una planta o de un
árbol, ver como aparece el brote verde de la vida en la negrura de la tierra,
como crece y se abre paso en el jardín, como da fruto hasta marchitarse. El
ciclo de la vida en unos centímetros de terreno, me enseña de que no hay nada,
ni nadie, para siempre.
Yo no quiero que sufras y mueras
para redimirme de pecados, yo… ¿Dónde estás?
Se marchó.
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