Las dos diminutas mariposas revolotean entre las
florecillas de la menta, el toronjil y la hierbabuena.
Insignificantes insectos que pasan desapercibidos entre la
vegetación.
Sus siluetas juguetonas, perfilan líneas sombreadas y quebrantan
la blancura monótona de las paredes encaladas del patio, que destellan el sol
del mediodía, dañando las pupilas con tan intensa luz.
Lavanda, romero e incienso, aromatizan la jornada calurosa
de este mes: Agosto.
La calabaza invade, con sus enormes hojas, palmo a palmo,
cualquier resquicio de tierra libre en el arríate, salpicando de flores
amarillas su trayectoria vegetal.
El viento caliente las distrae, las impulsa, variando su
trayectoria. Pero las inquietas mariposas no se dejan engañar por el terral,
poniendo rumbo al rincón de las plantas aromáticas. En el aire una sobre otra,
jugueteando contra corriente, zigzagueantes piruetas, coqueteando con las
flores, más pequeñas y frágiles que ellas.
Los vencejos se marcharon a finales de julio. Los jóvenes
gorriones pían a sus anchas, sobre antenas y tejados cercanos.
La morera no deja de crecer. El limonero se abre paso,
como puede, bajo su sombra. Las parras comienzan a otoñar en pleno verano,
quemando ocres los filos de sus hojas verdes.
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