(Son recuerdos de chico, en la barriada de Las Flores)
Noche de San Juan, solsticio de verano, noche calurosa de música y verbenas.
En cada calle una fiesta. Adornadas con guirnaldas multicolores de papel, que imitan el sonido del mar, cuando el viento las zarandea.
Casa por casa, puerta por puerta, pidiendo periódicos viejos para venderlos, al peso, en la trapería, llena de hierros oxidados y chatarra.
Con veinticinco pesetas en el bolsillo corríamos al kiosco, en busca de petardos: mechas, pólvora, PUM, PUM, PUM.
Los "júas" de trapo, barrigones, tetudas damas y bigotudos caballeros, desproporcionados cuerpos, medias de seda abarrotadas de serrín, viejos vestidos y zapatos rotos. Apurando su existencia hasta la media noche.
Cada vecino con su silla, sus pimientos y su tortilla, sangría y vino tinto.
¡A cenar en la calle! esperando la quema.
Las 12 en punto: el fuego, la inevitable reducción a cenizas, la purificación saltando sobre las brasas incandescentes, humo y olor a chamusquina.
Un petardo lanzado al aire,
quemado lo malo:
Música y baile.
La fiesta en la calle.
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